El embrujo eterno de la Encamisada: danza mística del pueblo zoque en Copainalá
- Noé Farrera Garzón
- hace 5 días
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Entre montañas y custodiado por la tradición de su gente, Copainalá, tierra Zoque de Chiapas, resguarda uno de los mitos más fascinantes de su cultura: la danza de la Encamisada. Cada año, durante las celebraciones del carnaval, esta expresión dancística revive una historia de belleza, celos, hechizos y transformación, que ha perdurado a través del tiempo como parte esencial del alma colectiva del pueblo.
Según la tradición oral, esta danza no es una invención reciente, sino el eco ritual de un suceso ocurrido en 1943 en la comunidad de Zacalapa. Se cuenta que en ese entonces vivía una mujer de extraordinaria belleza, cuyo encanto atraía las miradas de todos los hombres que pasaban cerca.

Su simpatía y coquetería la hacían brillar en cada fiesta, aceptando con alegría cada invitación a bailar. Sin embargo, su luz fue opacada por la envidia de las mujeres del pueblo, quienes, incapaces de soportar su presencia, recurrieron a la magia negra para arruinarla.
Un hechizo cruel le deformó el cuerpo, le hizo perder el cabello y la condenó al desprecio. Obligada a ocultarse tras blusones blancos que disimularan su nueva figura, la mujer decidió acudir a un brujo para recuperar su antigua belleza. Este le indicó que debía bañarse durante siete noches consecutivas en el río Zacalapa, a la medianoche.
El ritual comenzó a surtir efecto, pero los celos de su esposo —alimentados por los chismes de la comunidad— lo llevaron a lanzar un nuevo hechizo sobre ella. Así, la posibilidad de volver a ser quien era se desvaneció para siempre.
Desde entonces, la danza de la Encamisada no solo forma parte de la identidad festiva de Copainalá, sino que simboliza el poder de la belleza, la fragilidad de la verdad y la fuerza del espíritu femenino frente a la adversidad. Las mujeres que bailan esta danza visten blusas blancas, evocando la transformación de aquella mujer cuyo destino fue sellado entre sombras y hechicería.
Esta manifestación cultural, cargada de simbolismo, es una ventana al universo místico del pueblo zoque. En cada paso de la danza, en cada giro, se repite el conjuro de una historia que resiste el olvido y que convierte al carnaval de Copainalá en un ritual vivo, tan enigmático como el río que guarda sus secretos.




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