Artesano chiapaneco que talló su camino hasta el Vaticano
- Noé Farrera Garzón
- hace 12 minutos
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Rosel González Montoya, originario de Chiapa de Corzo, Chiapas, es uno de los artesanos más reconocidos en la talla de madera a nivel nacional. Con más de 44 años de trayectoria, su obra más emblemática es la creación de máscaras de Parachicos, personaje central de la Fiesta Grande de Enero, declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, además de maravillosas obras en materiales como el ámbar.


Desde los seis años, Rosel comenzó a tallar madera junto a su hermano José Alberto, motivado por el entorno artesanal en el que creció: su madre se dedicaba a la venta de bordados tradicionales, lo que despertó en él un temprano aprecio por las expresiones culturales de su tierra. Hoy, esa pasión lo ha llevado a consolidarse como un maestro del arte popular.
Su habilidad fue reconocida a nivel nacional en 2018, cuando obtuvo el primer lugar en la categoría de talla en madera del Gran Premio Nacional de Arte Popular del FONART. Pero su talento también ha cruzado fronteras. En 2015, Rossel entregó al Papa Francisco (QPD) una escultura tallada en madera de la Virgen María, llevada hasta el Vaticano como símbolo de la devoción y el arte chiapaneco.




Entre sus obras más imponentes también destacan un Cristo de 2.5 metros para un templo en Chilón y la figura de San Juan Nepomuceno para una iglesia en Palenque.
Para Rosel, tallar es un acto de armonía con el universo. Su proceso de creación implica una conexión profunda con la madera: nunca tala árboles vivos, sino que selecciona troncos que ya han terminado su ciclo natural, reafirmando su compromiso con el medio ambiente. Cada pieza tallada puede tardar hasta 18 meses en completarse.
El legado de González Montoya no solo se mide en reconocimientos o piezas vendidas, sino en la transmisión viva del conocimiento. Su hijo menor, Patricio González Gómez, ha comenzado a seguir sus pasos, garantizando así la continuidad de una tradición que combina identidad, sostenibilidad y orgullo chiapaneco.
En Chiapa de Corzo, la labor de Rosel no es solo artesanal, sino cultural: representa el espíritu de una comunidad que resguarda su patrimonio a través del trabajo diario y el respeto a sus raíces. Su obra, presente en templos, museos y corazones, es testimonio de una herencia que no se olvida.
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