La Chuntá: entre la tradición, la resistencia y la identidad de Chiapa de Corzo
- Noé Farrera Garzón
- 20 ago
- 3 Min. de lectura
La Chuntá es una de las expresiones culturales más emblemáticas y simbólicas de Chiapas, especialmente en la Fiesta Grande de Enero en Chiapa de Corzo. Esta figura, que ha evolucionado desde tiempos prehispánicos hasta convertirse en un ícono de identidad comunitaria, representa mucho más que una manifestación folclórica: es un acto de memoria, resistencia, alegría y renovación colectiva.

En el contexto chiapaneco, “chuntá” se refiere originalmente a una criada o sirvienta. Sin embargo, dentro del marco festivo y ritual de la Fiesta Grande, este personaje cobra una dimensión ceremonial. Hombres se visten con atuendos femeninos —faldas amplias, blusas con holanes, listones de colores, collares, toles o banderines y maquillaje— para recorrer las calles con música tradicional de tambor y carrizo, desbordando alegría, picardía y colorido.
En diversas culturas, esta inversión de roles se interpreta como un ritual de fertilidad, transformación y renovación, profundamente arraigado en las cosmovisiones indígenas mesoamericanas.
La celebración de la Chuntá, tiene su día especial el 8 de enero, fecha considerada por muchos como el verdadero inicio de la Fiesta Grande. No obstante, estos personajes están presentes durante casi todas las jornadas festivas, recorriendo los barrios, encabezando comparsas, carros alegóricos y entregando ofrendas, lo que convierte su participación en un elemento transversal de la festividad.
El mito más conocido atribuye el origen de las chuntás a las sirvientas de doña María de Angulo, una figura de la época colonial que, según la leyenda, fue apoyada por los habitantes de Chiapa de Corzo en la salud de su hijo, a quienes posteriormente agradeció con abundantes regalos. De ahí que las chuntás simbolicen también la memoria de las mujeres que ayudaron a distribuir estos bienes entre la comunidad.
Otra lectura más subversiva afirma que los indígenas soctones se vestían de mujeres para eludir la esclavitud impuesta por los conquistadores y así poder organizarse en secreto para resistir. Esta interpretación vincula la figura de la chuntá con un acto de astucia y liberación.
Incluso desde una visión prehispánica, los calendarios mayas incluían días considerados aciagos o propicios para la inversión del universo, en los cuales los hombres podían asumir simbólicamente el rol de mujeres. Así, la danza de la chuntá puede entenderse también como una herencia ritual que invoca la fertilidad, el equilibrio cósmico y el renacimiento de los ciclos de vida.
En Tuxtla Gutiérrez, en la tradición zoque, existen representaciones similares conocidas como “las viejas”, que participan en las danzas de “Te´ Hatajamaetzé”, reflejando una continuidad cultural con esta inversión simbólica de roles.
Más allá del folclore, la Chuntá es un testimonio vivo de la complejidad cultural de Chiapas, donde confluyen lo indígena, lo colonial, lo ritual, lo festivo y lo político. Es, sin duda, una expresión que merece ser valorada, preservada y difundida por su enorme riqueza simbólica y por ser reflejo del alma de un pueblo que celebra su identidad con orgullo, música y color.
En la actualidad, la tradición de la Chuntá no está exenta de controversias. Diversas opiniones han surgido con la intención de deslegitimar esta manifestación cultural, muchas veces desde una postura homofóbica que ignora el profundo simbolismo ritual, histórico y comunitario que encierra.
Algunos sectores malinterpretan la participación de hombres vestidos de mujer como una burla o una expresión ajena a los valores tradicionales, cuando en realidad representa una práctica ancestral ligada a la renovación cíclica, la resistencia y la identidad cultural de los pueblos originarios.
Esta visión reduccionista desconoce que la Chuntá no es una simple caracterización, sino un acto cargado de significado colectivo y espiritual que ha perdurado por generaciones.








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