Turismo de aventura en Chiapas: emoción sí, pero con seguridad
- Noé Farrera Garzón
- 27 jun
- 2 Min. de lectura
Hace unos días, un caso estremecedor dio la vuelta al mundo: una joven turista brasileña, mochilera, perdió la vida al caer en un volcán en Taiwán. Las imágenes captadas por drones mostraban a la joven atrapada en una cavidad, sin equipo de seguridad, sin casco, sin arnés, sin cuerdas de sujeción… sola. A pesar de los esfuerzos de los rescatistas, el clima adverso impidió un rescate oportuno. Cuatro días después, su familia confirmó lo inevitable: había fallecido.


Esta tragedia nos deja una enseñanza urgente y necesaria. El turismo de aventura —con todo su encanto, adrenalina y belleza natural— debe estar siempre acompañado de protocolos de seguridad, planeación y responsabilidad compartida. Y es justamente aquí donde quiero centrar la atención: Chiapas, un estado privilegiado en bellezas naturales, también enfrenta el reto de proteger a quienes vienen a admirarlas.
En nuestro territorio contamos con dos volcanes majestuosos y cada vez más frecuentados: el Tacaná y el Chichónal (mejor conocido como El Chichón). Ambos son verdaderos gigantes del paisaje chiapaneco y ofrecen experiencias inolvidables. Desde caminatas entre la neblina y vistas impresionantes, hasta el contacto con comunidades rurales que custodian estos colosos con sabiduría ancestral. Sin embargo, el turismo de montaña y de altura —como el que se practica en estas rutas— no es una actividad que deba tomarse a la ligera.
En artículos anteriores destacábamos los avances que ha mostrado la Secretaría de Turismo del estado, particularmente en la promoción responsable de destinos como el Arco del Tiempo y la cascada La Conchuda. No obstante, es momento de ir más allá de la promoción y preguntarnos:
¿Qué protocolos de seguridad se están aplicando actualmente en los volcanes chiapanecos?
¿Están las agencias de viaje y los tour-operadores debidamente capacitados?
¿Cuentan los guías con certificaciones actualizadas?
¿Se trabaja en coordinación con las comunidades locales y con los cuerpos de protección civil?
Estas preguntas no deben responderse después de una tragedia. Necesitamos respuestas ahora, y con acciones visibles.
El turismo de aventura no puede ni debe ser improvisado. No basta con tener buena condición física o espíritu explorador. La responsabilidad recae en todos los actores involucrados: autoridades, operadores turísticos, comunidades anfitrionas y los propios visitantes. Cada ascenso a un volcán debe contar con evaluación de riesgo, protocolos de emergencia, rutas bien trazadas, guías certificados, puntos de comunicación, equipo de protección básico, y sobre todo, con la vigilancia y acompañamiento institucional.
Aquí es donde entra también el papel fundamental de la Secretaría de Protección Civil del Estado y de la CONANP, quienes tienen jurisdicción y responsabilidad en estos entornos naturales. Su coordinación y presencia deben ser constantes, preventivas y no solo reactivas. La belleza de nuestros volcanes no debe empañarse con noticias trágicas que pudieron evitarse.
Chiapas tiene todo para consolidarse como un destino de turismo de aventura a nivel nacional e internacional. Pero ningún atractivo vale más que una vida humana.
Por eso, el llamado es claro: impulsemos el turismo, sí, pero con estándares claros, con guías preparados, con protocolos firmes y con el respaldo institucional que garantice que cada travesía sea, además de emocionante, completamente segura.
Porque el turismo responsable también es un acto de amor por Chiapas y por quienes lo visitan.
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