El azul maya resurge como herencia viva
- Noé Farrera Garzón
- 27 jun
- 2 Min. de lectura
El ceramista Luis May Ku recrea el pigmento prehispánico con técnicas ancestrales
Desde la selva de Cobá, Quintana Roo, el ceramista, escultor y promotor cultural yucateco Luis May Ku, ha logrado un hecho que parecía inalcanzable: recrear el azul maya, un pigmento prehispánico que ha maravillado al mundo por su belleza, resistencia y misterio.
Luego de más de tres años de investigación, entrevistas con sabios mayas y la exploración de antiguos procesos alfareros, logró dar con la fórmula que devuelve la vida a uno de los colores más emblemáticos del arte mesoamericano.

El azul maya, presente en murales como los de Bonampak y Chichén Itzá, había desconcertado durante décadas a científicos, arqueólogos y artesanos contemporáneos, por su capacidad para mantenerse casi intacto durante más de mil años pese al clima tropical.
Fue en 2016 cuando Luis May Ku se sumergió en una investigación autodidacta que combinó el conocimiento académico con la sabiduría ancestral, recorriendo pueblos de Yucatán en busca del ch’oj —nombre en lengua maya para la Indigofera suffruticosa, una planta usada ancestralmente como tinte—.
Después de localizar la planta, May Ku también recolectó paligorskita, una arcilla única de la región de Ticul, conocida por su capacidad de fijar pigmentos. Tras meses de ensayo y error, logró producir un pigmento al que llamó “Azul Maya Ch’oj”, en honor a sus raíces. El hallazgo fue difundido en redes sociales y captó rápidamente la atención de instituciones como The British Museum, que otorgó al artesano una beca para continuar sus investigaciones sobre los tonos utilizados por los antiguos artistas mayas.
La fórmula, ya registrada ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI), no solo revive un color perdido, sino también un modo de ver y entender la cosmovisión maya. Hoy, Luis May Ku comparte semillas de ch’oj a quienes se comprometan a cultivarlas, con el objetivo de restaurar el uso del pigmento en las comunidades indígenas y fortalecer el orgullo por sus raíces.
“El azul maya debe volver a florecer como lo hizo hace siglos. Es una forma de resistencia cultural y una herencia que merece vivir en manos de las nuevas generaciones”, afirma el artesano, quien además dirige la Casa de la Cultura de Cobá y continúa promoviendo el arte como herramienta de identidad y memoria.




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