El chile en nogada, uno de los platillos más emblemáticos de la gastronomía mexicana, tiene un origen lleno de simbolismo patriótico y tradición. La versión más sustentada sobre su creación da cuenta que en 1821, las monjas agustinas del Convento de Santa Mónica, en Puebla, elaboraron este platillo en honor al Ejército Trigarante y a su líder, Agustín de Iturbide, quien pasó por Puebla tras firmar los Tratados de Córdoba, que declaraban la independencia de México.
La fecha de su creación coincidió con la festividad de San Agustín, y las monjas decidieron confeccionar un platillo que reflejara los colores de la bandera del Ejército Trigarante: verde, blanco y rojo.
El chile en nogada se compone de ingredientes cuidadosamente seleccionados, cada uno con un rol específico en su presentación y sabor. Se utiliza chile poblano, asado y pelado, relleno de un picadillo hecho con una mezcla de carne de res y cerdo, frutas como manzana, pera y durazno, además de almendras.
La salsa nogada, que recubre el chile, se prepara con nuez de castilla, queso fresco, crema y un toque de jerez o vino blanco, creando una textura cremosa y un sabor característico. El plato se decora con granos de granada, que representan el color rojo, y perejil, que aporta el verde final, completando así los colores patrios.
Este platillo no solo destaca por su compleja elaboración y sus sabores únicos, sino que representa la identidad cultural y gastronómica de México. Su popularidad crece especialmente durante septiembre, en el marco de las celebraciones de la independencia del país, convirtiéndose en una experiencia culinaria de orgullo nacional.
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